LA GLOBALIZACIÓN TECNOLÓGICA: TAN NECESARIA COMO AGOTADORA


Podemos afirmar que más allá de los avances tecnológicos en las comunicaciones, con la irrupción de la radio, teléfono, correos, televisión y otros medios de mensajerías como la teletipo, los países en general no tenían interrelación inmediata con el resto, excepto por una cuestión geográfica de vecindad y cercanía, por lo tanto las informaciones y sucesos eran más lentos en conocerse a miles de kilómetros de distancia.
Con el acaecimiento de internet, todas estas cuestiones comenzaron a transformarse paulatinamente, hasta arribar a la fluidez inmediata de las comunicaciones y el conocimiento casi instantáneo de lo que sucede al otro lado del mundo.
Entre los paradigmas que debemos enumerar lo primero que sucedió con la irrupción de Internet, fue que era solo la recepción de la información por parte de los usuarios, y la emisión por parte de las empresas. Aquí no existía la interacción.
Luego, ya en la década del 90’ el usuario adquirió un mayor protagonismo y confianza en la red, comenzando a interactuar de otra manera, no solo recibiendo informaciones, sino que al aparecer los primeros buscadores de la red, el usuario podía investigar y encontrarse con un caudal mayor de informaciones que antes no tenía. Comenzaron a verse las primeras plataformas de ventas de artículos, lo que le daba al usuario la posibilidad de decidir, una herramienta que sería fundamental a la hora de profundizar los cambios.
Con la llegada del nuevo Siglo XXI, internet fue mutando hacia una modernización sin límites, ya que podía acceder desde cualquier lugar a un sitio o red social determinada con solo tener el servicio de Internet.
Hoy concebir un mundo sin internet, portales digitales, plataformas interactivas y redes sociales seria inimaginable. Las audiencias se sentirían huérfanas, desorientadas, sin saber a qué época retroceder. Este mundo actual, donde la gran mayoría de las operaciones bancarias se realizan mediante home banking, donde el comercio tiene un gran porcentaje de sus ventas a través de plataformas, en el que el mundo cultural y educativo tiene un desarrollo fundamental, donde los medios hegemónicos continúan monopolizando la información a través de todas sus redes sociales y comunicativas, en un mundo en el que las armas son guiadas por sistemas informáticos, los satélites lanzados y orientados mediante información certeramente computarizada, es casi imposible concebir un planeta sin acceso a la red de redes, y que los seres humanos no tengan este servicio esencial para la vida en este siglo.
Nos plantea Esteban Trigos (Anuario Acción Cultural Española 2014) que por encima de todos estos avances, dos cuestiones que podemos considerar como las columnas sobre las que se apoya este nuevo tiempo que estamos viviendo: en primer lugar la total accesibilidad al universo digital, en cualquier momento y lugar y desde cualquier tipo de dispositivo. Y en segundo término, la creación de espacios digitales de conversación, intercambio e interacción entre usuarios, marcas, instituciones, etc. como lugares en los que se recogen y publican opiniones, sobre contenidos de ámbito cultural, entre otros. Algunos expertos lo denominan «las plazas del pueblo», los lugares en los que la gente se reúne de forma espontánea para hablar de lo humano y lo divino. En esta situación, la provincia de Tierra del Fuego es un claro ejemplo, ya que situada en el extremo sur de la Argentina, según un relevamiento de acceso a tecnologías de información y comunicación realizado por el INDEC en el año 2022, denominado Módulo de Acceso y Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación; se consigna que en el conglomerado Ushuaia-Río Grande el 95,1% de los hogares tiene acceso a Internet. Esto ubica a la provincia unos 5 puntos por encima de la media nacional y marca una tendencia sobre el uso de las redes sociales y plataformas en la comunidad alejada de los mayores centros urbanos del país, pero absolutamente conectada con el mundo actual.
Hoy la provincia cuenta con cinco medios gráficos que han mermado considerablemente su impresión, apostando al medio digital y las redes sociales. Asimismo, existen una cantidad considerable de medios informativos digitales que producen información y se distribuye a través de las redes sociales de Facebook, Instagram y Twitter.
Este es el universo que nos rodea, y aunque existen múltiples plataformas, redes y formas de ver algo que otrora usualmente veíamos en la pantalla chica, la institución televisiva es la que más se está transformando, al encontrarse en una tendencia expansiva sostenida de revolución de sus principales componentes institucionales, técnicos, mediáticos y lingüísticos, por una parte, y, por otra, al ubicarse en la vanguardia del mercado, de la política y de la globalización, evadiendo posibles amarras nacionales, legales, éticas y estéticas (Barrat, 1995). La creciente desregulación mediática, las apelaciones a la libertad de empresa, la apertura a la tecnología, la exaltación de la competitividad en los mercados internacionales, cruzan y marcan a la televisión contemporánea, ávida de novedades, éxitos y ganancias. Y es precisamente en tal escenario que una educación para la televisión tiene que subsistir y prosperar como opción pedagógica, pugnar por revertir y transformar las televidencias, y, eventualmente, la misma televisión. (Guillermo Orozco Gómez- Audiencias, Televisión y Educación).
Por último, como en todo ámbito de la vida, todo lo bueno tiene su lado opuesto. En este sentido, debemos destacar que los públicos, las audiencias a pesar de tener todo al alcance de su mano, literalmente en un móvil celular, una computadora o una Tablet, también se agotan, se estresan y optan por alejarse de la vorágine informativa y la vertiginosidad de las redes. Sobre todo se planteó esta situación luego de la Pandemia, plasmado en el informe de la revista Anfibia, que señala que en la actualidad, solo una de cada cuatro personas asegura informarse todos los días en portales digitales, mientras que una de cada dos personas nunca lee diarios ni escucha la radio. Sobre la televisión, sólo el 22,2% dijo que ve noticieros todos los días, el 29,2% dijo que lo hace a veces y el 39,4%, nunca. En consonancia con otras investigaciones, el cansancio con respecto a los medios aparece como una tendencia dentro de las prácticas comunicacionales de esta época.